Las revoluciones no son producto del destino sino de los hombres. En ocasiones son hombres solitarios geniales. Pero las grandes revoluciones del siglo XVIII fueron realizadas por hombres insignificantes agrupados. Lo que los motivaba, era la convicción de que todo hombre es dueño de su propio destino.
Hoy en día damos por sentado el que la ciencia tiene una responsabilidad social. Esta idea nunca se le habría ocurrido ni a Newton ni a Galileo. Ellos concebían la ciencia como una explicación del mundo, tal como es y la única responsabilidad que reconocían era la de decir la verdad. La idea de que la ciencia constituye una empresa social y moderna, se inicia con la revolución industrial. Nos sorprende el no poder encontrar ningún sentido social anteriormente, ya que sostenemos la fantasía de que la revolución industrial puso fin a una época de oro.
La revolución industrial es una larga cadena de cambios que principió hasta 1760. Y no es la única: forma parte de una tríada de revoluciones de las cuales las otras dos fueron la revolución norteamericana comenzada en 1775, y la revolución francesa en 1789. Puede parecer extraño el colocar en mismo plano una revolución industrial y dos revoluciones políticas. Pero el hecho es que la tres fueron revoluciones sociales. La revolución industrial es simplemente el estilo inglés de realizar tales cambios sociales.
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